jueves, 7 de enero de 2016

Reflexiones de un viajero: Hoy me llamo Javier

Nota: La siguiente entrada no se recomienda para personas insensibles, apáticas y clasistas. La lectura de la misma es bajo su propio riesgo y los efectos secundarios son muy su pedo.



"Ustedes miran arriba, nosotros abajo".



Hay amores que asfixian casi hasta matar, que le roban a uno el alma, el tiempo, los versos, los calcetines(?). Sí, hablo de mi perro y lo mucho que lo extrañaba en mi viaje. El amor que le tengo se resumen en que soy alérgico a los perros - se me cierra la garganta, me salen ronchas, me lloran los ojos, estornudo, pierdo las ganas de vivir y el Atlas sigue sin ser campeón- pero lo amo como a nada.
En fin, tenía que continuar, ya faltaba menos para volver a ver a mi pequeño.

Llegábamos a la tierra de la desigualdad social, la rebeldía y la dulce tontería: Chiapas. El estado con un Índice de Desarrollo Humano igual al de Nicaragua y Siria, según la UNICEF, entre los primeros lugares en embarazo adolescente, entre lo más infame en política nacional - ¿Verdad, Velasco?-, pero con una rebeldía en comunidades que se aferran a la vida con tal ahínco que inspiran y contagian. Llegábamos a Chiapas y lo sabíamos por los verdes montes, los pinitos que se veía habían sido sembrados recientemente, y por la señalización en la caseta de cobro. Me pareció estúpido el sacar el celular para tomarle foto a ello, era una estupidez el dejar de vivir el momento por simular capturarlo en un dispositivo que no guarda emociones, que no siente y que no se inspira como uno al ver a la pachamama sonreír, vivir y gritar su grandeza a través de tan imperante naturaleza.
De pronto todo empezaba a desaparecer, era señal de que nos acercábamos a la "civilización" -qué ironía- Íbamos llegando a la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, reconocido por... Bueno, estoy seguro que ustedes saben porque -francamente yo no-. 

Vialidades aparentemente buenas -para carro, obviamente- y todo pintado de Verde. Así, con mayúscula porque ya sabemos de cuál hablamos... Sí, el mismo que goza de la impunidad pura del sistema de justicia mexicano, de la ironía de auto nombrarse ecologista y la burla de ser la otra casa del PRI. 

Más adelante fui conociendo a detalle a Tuxtla -por experiencia y por la misma voz de ciudadanos-. La gente se pasa los altos, los sentidos de las calles pasan a ser simbólicos y sobre el Estado de Derecho la sociedad lo resume en "es Tuxtla".
Mi opinión sobre la ciudad la haré en una analogía: Tuxtla es como la chava que está fea y lo sabe, pero se maquilla bien chingón.


Me hospedé en las afueras de Tuxtla y eso hizo que me quedara aún más cerca un pueblo maravilloso: Chiapa de Corzo. Todo lo que comí en este pueblo fue maravilloso: enchiladas chiapanecas -que después la gente de Tuxtla nos dijo que no existían, eran un invento-, manjar, gaznate y otro dulce cuyo nombre no recuerdo, pero les dejo la foto:
Merengue con canela y pan envinado al fondo

Chiapa de Corzo es uno de los 62 pueblos mágicos que hay en la República Mexicana y 3 en Chiapas -a este se añaden San Cristobal de Las Casas y Comitán de Domínguez-. Chiapa alberga a los parachicos -que son patrimonio inmaterial de la humanidad-, alberga la historia y el orgullo de ser la primer ciudada fundada en el siglo XVI por los españoles.
Chiapa de Corzo
Al centro de este hermoso pueblito lo rodean artesanías, color y sabor. Pero sobre todo la calidez de su gente que nunca deja de sonreír y busca cómo salir adelante, como Vicky, la pequeña que nos atendió en una cafetería con una enorme sonrisa y un trato excepcional. 



El 25 de diciembre decidimos ir a un destino cuasi obligado en Chiapas: San Cristobal de Las Casas. Ciudad Colonial, Pueblo Mágico y cuna del EZLN.

El primero de enero de 1994 los Zapatistas toman San Cristobal de Las Casas. Yo tomaba sus calles el 25 de diciembre del 2015 y lo tomo hoy siete de enero del 2016 en estos versos.

Mi encomienda principal en este lugar era clara: Investigar, tocar, comprar y sentir el zapatismo o una parte de ello. Cosa que realmente no fue fácil pues mis preguntas solían incomodar a los coletos -este es el gentilicio usado para San Cristobal de Las Casas- quienes aparentemente han pasado de despreciar a temerle a los indígenas. Qué cosas, ¿no?



-  En la calle Allende unas 4 cuadras para abajo hay un caracol- me dijo una señora-

Mural en San Cristobal de Las Casas
Me dirigí al caracol en la espera de encontrarlo abierto, pero no, no fue así. Sin embargo, encontré cosas interesantes al realizar este trayecto, tales como un mural zapatista y una iglesia en lo alto -la cual no subí, por flojo, no hay más-.

Regresé un tanto decepcionado al andador Guadalupano para buscar por última vez algo que pudiera dejarme satisfecho, que saciara mi espíritu, que me hiciera pensar que todo el trayecto había valido la pena...








Recorría cabizbajo las calles, pensando, un tanto decepcionado. Pero algo me hizo volver, me hizo recordar que los tesoros no tangibles son los más grandes que puedan haber, son los únicos que nada ni nadie te pueden quitar. 
Catedral de San Cristobal de Las Casas
Levanté la vista, vi a la gente, a los tzotziles, a los coletos, a los turistas, a mí mismo; levanté la vista y vinieron a mi mente tantas imágenes de ese lugar. Veía como los zapatistas tomaban las calles con una caminata en la cual el silencio era estruendoso, era un silencio que gritaba, que demandaba, que reclamaba, que dignificaba. Veía sus ojos pues el pasamontañas no dejaba ver más, y tal vez no necesitaba ver más, tal vez en su mirada estaban las respuestas que quería encontrar, tal vez en sus miradas podría encontrarme y encontrar aquello que venía a buscar. No necesitaba ver sus bocas para escucharlos ni mucho que las abrieran, sabía que estaban ahí, sabía por qué estaban ahí y por qué me veían así; tampoco sabía sus nombres, pero no necesitaba saberlos para conocerlos ni necesitaba conocerlos para comprenderlos, sólo debía verlos, sólo debía escucharlos, sólo debía encontrarnos.
Volví de mi sueño para caminar sin dejar de pensar, de sentir y de vivir. Algo me decía que algo bueno estaba por venir.


"Ustedes miran los vidrios rotos, nosotros la rabia que los rompe".


Encontré al fin una cooperativa zapatista. Botas, pasamontañas, café, cuadernos, encendedores, separadores, banderas, comunicados y una gran vibra era lo que había en este lugar. Quien atendía me contó que era nuevo, su amigo tomaba las fotos a los zapatistas y el solía mirarlas con gran admiración. Con gran admiración veía yo trabajos hechos por zapatistas y sentía que el comprar era un acto subversivo -tranquilos marxistas ortodoxos, no me coman- era un acto solidario.
Fuera de la tienda me esperaban mis padres en una banca, sentados porque a mi padre lo acechaba una inminente faringitis y estaba un tanto exhausto. Bueno, creo que yo también lo estaría después de manejar al rededor de 2000 kilómetros. Decidí sentarme en la banqueta y mirar un poco, al igual que recordar y tratar de contar cuántas tzotziles había visto y lo bueno que eran vendiendo -una no me dejó de seguir hasta que le compré algo- o cómo los circunstancias las habían orillado a eso. 

Cuando estábamos a punto de irnos llegó un niño que a simple vista no llegaba a los 14 años de edad -no , en realidad no llegaba a ellos- con un banco, una playera algo desgastada, cansancio en su andar y hambre en su mirada. 

- Jefa, ¿le doy brillo a sus botas?-Dijo el niño dirigiéndose a mi madre que en primera instancia se negó, pero finalmente cedió- 

El niño se acomodaba para empezar a trabajar,  mientras algo me hacía sentir intranquilo. Al principio  mis padres empezaron a sacarle plática y así supimos su nombre: Javier. Javier no sólo sabía bolear zapatos sino también bromear gente:

- Javier, ¿vives por aquí?-Dijo mi madre-
- No.-Respondió Javier mientras trataba de recordar el procedimiento para bolear-
- ¿Entonces?-Interrumpió mi padre-
- Soy de Acala.
- Oh... ¿Y Acala está bonito?-Mi madre trataba de seguir la conversación-
- ¿No conocen Acala?-Preguntó Javier con sonrisa pícara, como aquel que muere por decir algo-
- No. -Respondimos todos-
- Pues Acala...vuelta.-Reía y mostraba sus dientes Javier, soltando una sonrisa efímera-

Javier tiene 12 años, vive con su abuela en un poblado cercano a San Cristobal -30 minutos- en el que estudia matemáticas con gran ahínco y juega futbol con la pasión que le tiene a sus Jaguares de Chiapas. Javier está de vacaciones, pero no se levanta tarde ni ve tele todo el día, él va todos los días de 07:00 - 18:00 a trabajar boleando zapatos por las calles de San Cristobal; Javier lleva en su voz la desesperanza de aquel que a los 3 años perdió a sus padres y que próximamente perderá la esperanza de trascender o buscar sus sueños.
A Javier no lo menciona Enrique Peña Nieto en sus discursos; por Javier no marchó el colectivo "Jalisco es uno por los niños" porque él tiene hambre, no pretende adoptarlo ninguna familia homoparental; Javier sólo tiene un par de zapatos; la reforma educativa se olvidó de asegurarle educación a Javier; a Javier lo olvidamos, le fallamos todos y todas.


"Ustedes miran números, nosotros personas".


TierrAdentro
Llegaba la hora de comer y nosotros caminábamos pensando en qué podríamos comer. Alguien me había sugerido ir a TierrAdentro, un restaurante que era una cooperativa Zapatista. 
Al llegar uno se encuentro con otro mundo. Buena música, estupenda decoración -para nosotros los chairos, pues- gran ambiente y una carta inmensa con precios accesibles. Nos sentamos a decidir que pediría cada uno, mientras éramos encantados por tan hermosas melodías y tan buen trato por parte del personal. Había gente en el lugar y llegaba más a degustar la hermosa mantequilla verde, las pizzas, los paninis y demás platillos que armonizaba el paladar a la par del ser.

Creo que queda claro que les recomiendo ir a este lugar en cuanto puedan. 

San Cristobal sin duda alguna es un lugar mágico, bello, que uno puede ir mil veces y siempre queda ese deseo...


"Ustedes hablan, nosotros escuchamos".


Regresaríamos a San Cristobal el 27, pero sólo para lavar ropa y seguir nuestro recorrido. Mi padre decidió ir hacia Palenque pasando antes por Ocosingo -territorio zapatistas- lo cual no fue una buena idea... ¿O si?
Por esta vía no hay autopista y el camino es algo desgastante. Tope tras tope, curva tras curva, bache tras bache. En conclusión el trayecto no es nada agradable si uno no ve más allá de sus ojos -como en la vida-, pero, ¿qué puede ver uno? 
Ocosingo
Simple y sencillamente se ve lo que el subcomandante Moisés dijo en su comunicado del primero de enero del 2016: "En nuestras comunidades tal vez no hay casa de cemento, ni televisiones digitales ni camiones último modelo, pero nuestra gente sabe trabajar la tierra. Lo que se pone en su mesa, la ropa que las viste, la medicina que las alivia, el saber que se aprende, la vida que transcurre es SUYA, producto de su trabajo y de su saber. No es regalo de nadie." Y así se veía a las mujeres con las ovejas que cuya lana posiblemente serviría para la prenda de sus hijos, o la del esposo, o tal vez la cambiaría con la vecina; ahí se veía el campo vivo, tratado, amado. Y ahí se veía el agradecimiento a la pachamama por todo y por tanto dado.

Después de todo nos volvemos a topar con que no hay coincidencias, simplemente todo se acomodaba para ser narrado, para ser reflexionado y compartido. 


Tras seis horas de viaje nos topamos con un decepcionante Palenque, Chiapas. así que decidimos continuar el camino hacia un destino cercano  pues ciertamente ya estábamos cansados. Era hora de ir al edén...



"Ustedes y nosotros no somos lo mismo".



Nota:
Mis mañanas no han sido las mismas desde aquel encuentro con Javier, me ha hecho ver diferente el hecho de dormir sin tener que pensar en que mañana debo despertarme para trabajar; me ha darme cuenta de la dicha que es el tener vivos a mis padres. En donde quiera que esté, sé que podrá sentir mis palabras, mis lágrimas y mi buena vibra. A Javier le agradezco por demostrarme que mi lucha -y la de tantos y tantas- vale la pena en medida en que no nos olvidemos, no nos soltemos, y que de nuestros errores podamos aprender. 
Perdón Javier, te hemos fallado, pero no descansaré hasta remediarlo.


Para ver más fotografías del viaje pueden hacerlo en mi cuenta de Instagram: Pizzeto11. Y para cualquier duda, comentario o sugerencia en mi correo: damian.carmona04@gmail.com



Continuará…

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